El Grinch.

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La historia ya es muy conocida: al Grinch no le gusta la Navidad y guarda cierto rencor hacia los Whos, así que tras pensar cómo arruinarles la celebración, decide robarse la Navidad llevándose todos los regalos y decoraciones; sin embargo, al final vive una transformación y todos terminan celebrando juntos. En efecto, la historia es tan conocida que es necesario hablar de la película, porque cuanto más común se vuelve algo tanto más se oscurece nuestra capacidad para verlo con ojos diferentes.

El Grinch es ese ser verde, interpretado por Jim Carrey, bajo un disfraz que denota uno de los aspectos más importantes de la película: las superficies. Pero así también, desde el comienzo mismo, se anuncia su contraparte y complemento: las profundidades.

Todo empieza con un viaje a esto último, cuando la voz en off nos dice:

Dentro de un copo de nieve
como el que sobre tu manga suele caer
ocurrió una historia
que debes ver para creer.

La cámara se adentra a un copo de nieve, baja y baja hasta que llega a Whoville. Y así nos encontramos, en cierto modo, con un mundo que está dentro del nuestro; ellos no son exactamente lo mismo, aunque pueden tener puntos de encuentro. Y éste es precisamente el asunto: se trata de un cuento, que puede contener todas las situaciones y criaturas imaginables, pero al final siempre dice algo sobre nosotros. Con esta introducción se hace patente una especie de desalineo entre dos mundos, y ello siempre está presente, porque a lo largo de la película la cámara no deja de hacer tomas inclinadas.

Ya en las profundidades de un copo de nieve, en El Grinch podemos ver un juego con el binomio superficie-profundidad. Pues, paradójicamente, los habitantes de ese copo de nieve son incapaces de pensar y ver la profundidad; siempre permanecen en la superficie. Dos de los momentos más interesantes sobre esto son, por una parte, los intentos de Betty-Lou Who por tener la casa con las mejores luces de navidad, sacrificando la iluminación del interior de la casa -la del comedor y la de la nevera. Con una pequeña secuencia, el guión introduce de manera brillante la problemática: las profundidades no son vistas y no es vital verlas, lo único que importa son las superficies. Por otra parte, está el enfrentamiento entre Augustus-May Who y Cindy-Lou, la única persona en Whoville que puede pensar las profundidades, cuando ella nomina al Grinch en el marco de la Whobilation. En este caso, tanto los planos como el guión muestran el juego entre superficie y profundidad. Cuando Augustus-May pregunta si hay alguna nominación, en el plano aparecen los habitantes de Whoville con sus globos y ropas festivas, pero en cuanto Cindy-Lou grita, todos se abren descubriéndola en lo profundo de esa masa colorida. La filmación es genial: vemos en el plano a Cindy-Lou, al fondo, y a todas las personas a uno y otro lado de ella; esto es, las capas de superficie abiertas, revelando la profundidad.

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Fotograma de El Grinch.

 

Después de esto, Augustus-May la llama, y ella pasa a través de las capas de superficie. Augustus-May Who y Cindy-Lou frente a frente: la superficie y la profundidad. Y esto queda más acentuado cuando el primero lee una parte del Libro Who; mientras Cindy-Lou se muestra capaz de interpretarlo. Nuevamente: la superficialidad de la lectura literal, frente a la profundidad de la interpretación.

Incluso el mismo Grinch está dentro de esta imposibilidad para ver la profundidad: para revisar cuántas tallas a disminuido su corazón necesita de un aparato, como si no pudiera ver/sentir cuán malo es lo profundo de su ser. ¿Por qué, sin embargo, Cindy-Lou es la única que no se mantiene en la superficie? Tal parece, según lo indica todo, que es por ignorancia: ella no sabe quién es el Grinch, no sabe por qué odia la Navidad, y así tampoco sabe cuál es el significado de ella. Entre las ventajas de la ignorancia suele contarse la osadía, así ella toma las determinaciones más arriesgadas a lo largo de la película: decide investigar por su propia cuenta la historia del Grinch, y aún más valiente que esto, sube a la montaña y va a verlo, mientras los jóvenes del comienzo van muertos de miedo. Además, como la ignorancia de un tema hace imposible (o debiera hacerlo) adherirse a una postura, Cindy-Lou no podía verse atraída por las prácticas de los demás habitantes de Whoville.

El juego entre el binomio superficie-profundidad entra en un momento crítico cuando el Grinch y Cindy-Lou se conocen: por un lado, la niña que es la imagen de la profundidad; y por otro, el personaje más superficial de toda la película, es decir, aquel cuyos actos y apariencia son los más notorios. El momento es importante, porque es ella quien lo lleva hasta el ridículo de la superficie: usa todas sus caras y gestos con la intención de asustarla, pero no lo consigue e incluso lo hace ver ridículo. El Grinch de este momento, cuando Cindy-Lou lo invita a la Whobilation, es muy diferente de aquel del comienzo de la película, cuya apariencia se ocultaba y por ello resultaba terrorífica: al comienzo sólo aparecen sus manos peludas, su enorme boca masticando y su espalda. Asustaba por su superficie.

El robo de la Navidad, cuando el Grinch se lleva todos los regalos y decoraciones, es el paroxismo de la superficie: la sobreimpresiones se multiplican, los gestos también; pero así también, el ridículo se hace más patente: el guión, por ejemplo, ya no se preocupa por nada y se ve libre de arrojar un gato a la cara del Grinch sin motivo alguno. Este paroxismo, sin embargo, parece marcar el final del reinado de la superficie, pues cuando todos se dan cuenta de que los regalos y las decoraciones han sido robadas, Augustus-May Who culpa a Cindy-Lou, y le dice que espera que esté orgullosa por haber destruido la Navidad. Sin embargo, su padre hace patente lo que ella trataba decir: lo único que se necesita para la Navidad es la familia; ella no se trata de regalos, concursos y luces. Así, con el ridículo de la superficie, ahora con todos en pijama, surge, cobra fuerza y todos ven la profundidad (de la Navidad). El Grinch también vive este paso, cuando la profundidad se hace patente, pues su corazón -que antes necesitaba ver con un aparato- empieza a crecer y crecer, de tal modo que incluso se ve través de su piel y de su ropa.

Entonces, todos descubren el sentido oculto de la Navidad, gracias a la niña que no se veía arrastrada por la marea de gente de Whoville, que podemos ver ajetreada al comienzo de la película en primeros planos y planos secuencias que dan la sensación de asfixia. Al final, la profundidad se abrió paso a través de las superficies: la secuencia de Cindy-Lou yendo al encuentro de Augustus-May Who. Ahí está el sentido del filme.

Título original: How the Grinch Stole Christmas.
Título: El Grinch.
Director: Ron Howard.
Guión: Jeffrey Price y Peter S. Seaman, basados en los libros de Dr. Seuss.
Producción: Brian Grazer, Ron Howard, Todd Hallowell.
Fotografía: Donald Peterman.
Edición: Daniel P. Hanley y Mike Hill.
Música: James Horner.
País: Estados Unidos.
Año: 2000.
Elenco: Jim Carrey (Grinch), Taylor Momsen (Cindy Lou Who), Jeffrey Tambor (Mayor Augustus May Who), Christine Baranski (Martha May Whovier), Bill Irwin (Lou Lou Who), Molly Shannon (Betty Lou Who).

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