Un cuento de cine: la vida y el cine

Un cuento de cine (2005) es una obra dividida en dos partes: la primera es la historia de una pareja que se ve después de mucho tiempo; salen a beber y, tras algunos encuentros sexuales fallidos, toman la decisión de suicidarse juntos, por lo que visitan varias farmacias en busca de narcóticos. Sin embargo, el suicidio de la joven protagonista termina fallando y decide llamar a la familia de su compañero para que lo socorran. Después de recuperarse, conocemos el ambiente familiar que, parece, es una de las causas que a él lo llevaron al suicidio. En su segunda mitad, descubrimos que todo lo anterior es un cortometraje, realizado por un cineasta que está gravemente enfermo en el hospital, y que se proyectó en el marco de una retrospectiva. Dicha obra fue vista por el segundo protagonista de la película: un tipo cuya presencia, siempre, despierta una sensación de amenaza y quien dice ser el creador de la historia del cortometraje porque, de hecho, es su historia personal. El hombre ve salir de la función a la actriz protagonista de la obra y la sigue por la ciudad, le cuenta que fue compañero de escuela del famoso cineasta y ambos recrean, en cierto modo, lo que ya habíamos visto con anterioridad. Incluida la propuesta de suicidio por parte del hombre, pero, en este caso, la mujer lo rechaza.  

De esta manera, puede decirse que el filme de Hong Sang-soo es una misma historia contada de dos maneras diferentes. Porque, en efecto, hay similitudes: los momentos en el bar, los lugares recorridos, los gestos (como el saludo de mano) e, incluso, el cuarto de hotel y las posiciones sexuales son prácticamente iguales. Pero, también, hay diferencias importantes. La primera pareja son dos almas en la misma sintonía: hay algo de melancolía en ambos y, me atrevo a decir, una sensación de fracaso existencial. Más aún, toda la primera parte de la película tiene una suerte de desencanto, desde la escena inicial donde el hermano menor se niega con mentiras a ir a caminar con su hermano mayor, hasta el final donde nadie de la familia corre consternado cuando el joven amenaza con suicidarse otra vez.

El ambiente frío, las luces estrambóticas de la ciudad, el caminar lento de los protagonistas, la disfunción erectil del joven y hasta su cobardía cuando intenta huir en un taxi; todo, despierta esa sensación de profunda tristeza. La segunda parte, en cambio, es menos cinematográfica, en tanto que no persiste una estética en todo momento. A veces hay escenas emotivas, como la del karaoke, con la cámara que no pierde de vista a la cantante. En otras ocasiones, la escena es molesta, como cuando el hombre se baja del auto y le quita la bufanda a la niña, ahora, con una cámara que no se atreve a “ver” la escena. Esta segunda parte del filme cambia de registro según el momento, y podría afirmarse que tiende más a ser un registro documental. A veces, de hecho, hay enfoques hacía los edificios, perdiendo de vista el vivir de los personajes. La idea en esta parte busca más “el registro de la vida como es” que “el retrato de la vida según el cine”.

Esta parece ser la intención detrás del filme: el contraste entre la vida y la vida según el cine. Y quizá el punto culminante de todo se encuentra en la propuesta de suicidio: mientras la pareja de la primera parte, de inmediato, conecta con esa idea; el hombre, en la segunda mitad, queda en ridículo. Y la actriz con la que pasó la noche se lo dice de manera clara: no entendió la película. 

Hong Sang-soo parece sostener que el cine no reproduce la vida.

¿Y quién querría que eso sucediera?

Sin duda, la tentación de caminar por las calles mágicas de ciertos lugares, el deseo de experimentar las grandes emociones o cualquier otra experiencia contenida en nuestras películas favoritas son demasiado atractivas como para no querer que la vida sea así. Pero todo instante bello se escapa y toda tragedia es susceptible de permanecer por más tiempo cuando está hecha cine. La vida, con su devenir y simpleza, tiene más posibilidades de darnos lo que queremos —al menos, eso parece decir esta obra—. Así creo que debe leerse el reclamo que le lanza la protagonista al hombre cuando no deja de perseguirla, tras rechazar su propuesta de suicidio: le pregunta qué más quiere si, después de todo, ya se divirtió. Y sí, ¿por qué buscar un fin supuestamente poético como el de los jóvenes suicidas mientras cae la nieve, cuando ya te acostaste con la actriz famosa a la que tanto perseguiste?

Hay aquí un canto a favor de la vida, y también uno a favor del cine. En el último caso es porque, queda claro, incluso lo trágico puede ser bello. El cine es capaz de hacer eso. Un par de jovenes sin rumbo en la vida, con problemáticas más o menos difíciles, pueden ser retratados de forma bella en su melancolía; una que, fuera de la pantalla, despertaría nuestra exasperación o preocupación. El canto a la vida radica en que, pese a todo, esta puede ofrecer más que el propio cine.

Sin embargo, la segunda parte de la película es demasiado vacía emotivamente. ¿Por qué un personaje que es francamente desagradable consigue lo que quiere?, ¿por qué esta vida vale la pena seguirla? Y más aún, ¿de verdad puede resultar verosímil lo sucedido? Personalmente, ni suspendiendo mi juicio sobre lo real, no me creo nada de lo que sucede en la segunda parte. Creo más factible el suicidio de dos jóvenes en la primera nevada de la temporada que en un acosador saliendo con una actriz famosa.

Hong Sang-soo hace una película que es difícil valorar: tiene una idea interesante, la primera mitad es atractiva, cinematográficamente bien hecha; pero la segunda mitad no deja de despertar recelo. Quizá hay algo en esta obra que uno no termina de entender. Lo único claro es que, si juzgara a la película según sus partes, la primera mitad está a mucha distancia de la segunda. Esta es una obra menor de un director que ha hecho mejores cosas.

Título original: Geuk jang jeon.
Título: Un cuento de cine.
Director: Hong Sang-soo.
Guion: Hong Sang-soo.
Producción: Hong Sang-soo, Marin Karmitz.
Fotografía: Hyung Koo Kim, Young-rho Kim.
Edición: Sung-Won Hahm.
Música: Yong-jin Jeong.
País: Corea del sur, Francia.
Año: 2005.
Con: Kim Sang-kyung, Uhm Ji-won, Ki-woo Lee.

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