The True Cost: cambiar la relación con nuestra ropa.

En 2013, en la capital de Bangladés se derrumbó el edifico Rana Plaza, el cual albergaba algunas fabricas textiles, en las que se producía la ropa que terminaría en las tiendas de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y demás países. Días antes se había advertido de la aparición de varias grietas en los muros que comprometían la estabilidad del edificio, pero no se hizo caso de tales advertencias y los empleados de aquellas fabricas fueron obligados a seguir trabajando en esas condiciones. El derrumbe tuvo como consecuencias más de 1000 personas muertas, y más de 2500 heridas.

Como siempre sucede, la tragedia hizo que las miradas se posaran en Bangladés, y se empezara a hablar de las precarias condiciones de trabajo en las que se encontraban las más de cuatro millones de personas que trabajaban en fabricas textiles, la mayoría mujeres. Personas fueron detenidas, otras despedidas; la opinión pública se pronunció; la Unión Europea también lo hizo; y las transnacionales, que acudían a aquel país por la muy barata mano de obra, prometieron tomar cartas en el asunto.

En el segundo documental de Andrew Morgan, The True Cost (2015), el derrumbe del Rana Plaza ocupa un lugar primordial: en primer lugar, porque muestra de manera muy clara el contraste entre las pobres condiciones en las que se encuentran quienes hacen nuestra ropa, y las personas despreocupadas caminando por las calles de las grandes ciudades, las luminosas e impolutas fachadas de las tiendas de ropa como Zara o H&M, y la ligereza de las youtubers que muestran con alegría las últimas prendas que se han comprado. Me atrevo a decir que el contraste es obvio. Además, el Rana Plaza es el origen del momento en el que el documental revela su naturaleza: primero, en un plano medio corto, una sobreviviente del derrumbe cuenta su experiencia ─cómo las paredes cayeron y apresaron sus piernas, cómo no las pudo liberar y, debido a la cantidad de cosas que llegaron a su mente en ese momento, ni siquiera pudo llorar─; al terminar, en un plano conjunto, la vemos sin piernas, sentada en una silla de ruedas. De tal modo, el golpe de la imagen es brutal pues, en cierto modo, se revivió el derrumbe y al final vemos sus consecuencias. La historia se repitió en unos minutos para nosotros.

Creo que la naturaleza de The True Cost está aquí porque el documental no pretende ser estridente (y el tema se presta mucho a ello, como lo muestran algunos fragmentos de programas estadounidenses que forman parte de él), sino que se aferra a los hechos, como la narración de la sobreviviente. Sin embargo, Andrew Morgan tiene muy claro que su obra tiene como objetivo impactar al espectador-consumidor para que se den algunos cambios en su conducta. Así lo deja en claro desde su prólogo al inicio del documental, y queda remarcado con el plano de la mujer en una silla de ruedas, que es la síntesis de la impresión final que busca dejar: algo va muy mal, porque la producción de nuestra ropa no debería provocar tanto sufrimiento, y las personas no deberían estar tan indefensas.

De este modo, The True Cost recorre varios países por los que va recolectando material para provocar esta impresión. En Bangladés la atención se enfoca en las mujeres que trabajan en las fabricas textiles, pero en especial en una, Shima Akhter, de quien conocemos el misero salario que recibe por largas jornadas de trabajo, las cuales le impiden pasar tiempo con su hija. Además, nos enteramos de que no tiene a nadie con quien dejarla mientras trabaja, así que en ocasiones la lleva consigo a la fabrica, pese a los peligros a los que ahí está expuesta. Y relata cómo fue golpeada junto a algunas de sus compañeras cuando intentó formar un sindicato, que tenía solo la intención de mejorar sus condiciones laborales. En Kanpur, India, la producción de cuero provoca la contaminación de ríos, lo que trae consigo enfermedades para los habitantes del lugar. En Nom Pen, Camboya, vemos la represión por parte del gobierno contra las trabajadoras textiles que salieron a las calles a demandar un aumento de salario.

Todo esto es provocado por algo llamado fast fashion, es decir, una masiva y veloz producción de ropa (cada semana hay una nueva prenda) a bajo costo que permite venderla a precios muy accesibles, de tal modo que los consumidores se hacen con mucha más ropa de manera más seguida. De este modo, según cifras de The True Cost, ahora se produce 400% más ropa de lo que se hacía hace dos décadas… y siempre podemos ver a las tiendas de ropa con personas dentro, comprando. El acierto de Andrew Morgan fue haber abordado este asunto desde el comienzo hasta el final (aunque no de forma lineal), desde la producción de algodón hasta el lugar en el que termina toda la ropa que se desecha o se dona.

En cada momento hay un problema señalado y, frente a ellos, según apunta el director, ninguna transnacional aceptó una entrevista para el documental. Ante esta situación, la obra de Morgan parece apuntar dos soluciones, pues dedica una considerable cantidad de tiempo a mostrar el proyecto de Safia Minney, fundadora y CEO de People Tree, que busca producir ropa de manera responsable, no pasando por alto el medio ambiente ni las condiciones de trabajo de las personas. Por otro lado, hacia el final del documental, cobra relevancia una palabra: capitalismo. Se habla de una critica al mismo, pero es aquí a mi entender cuando se revela el tamaño del problema, cuando para comprenderlo se debe recurrir a un concepto con tanta carga teórica e historia. Por ello,  desde el comienzo, la intención de Andrew Morgan es más humilde, pero no por ello menos importante: cambiar la forma en que pensamos y nos relacionamos con la ropa que compramos y vestimos.

The True CostTítulo original: The True Cost.
Director: Andrew Morgan.
Guion: Andrew Morgan.
Producción: Michael Ross.
Edición: Michael Ross.
Música: Duncan Blickenstaff.
País: Bangladés, Camboya, China, Dinamarca, Francia, Haití, India, Italia, Uganda, Reino Unido.
Año: 2015.

7 comentarios en “The True Cost: cambiar la relación con nuestra ropa.

  1. Buena info!.
    Lo que nos ponemos habla de quien somos. Por eso es tan importante saber lo que usamos, quienes lo hicieron, de que materiales esta hecho, etc.
    Ser concientes de ello es el primero de muuchos pasos que tenemos que dar como sociedad.
    Ayer hice un post sobre el documental. En caso de que quieras verlo te dejo el link: http://www.slowfashionuy.com.uy/?p=846

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  2. Aquí le dejo mi entrada sobre este filme:
    http://comentandocine.com/2015/09/12/the-true-cost/
    y le adelanto mi conclusión:
    «Con toda esta información, el filme resulta bueno por lo instructivo, pero podría haber sido brillante si el director no hubiera utilizado las imágenes como simple ilustración de los discursos. Si hubieran tenido preeminencia las imágenes por sobre las palabras, el impacto del filme hubiera sido mucho mayor y más rico para el espectador, estética y emocionalmente. Imágenes contundentes, como el accidente de 2013 en un taller de confección en Bangladesh, donde murieron cerca de 1000 obreros, o los efectos de la contaminación sobre la salud humana, con niños con malformaciones y graves enfermedades de la piel y cáncer, o los cúmulos de desechos de ropa, o las masivas donaciones de prendas de vestir a países como Haití, hubieran tenido un efecto diferente sobre el espectador de haber pensado en planos secuencias más largos y sin el acompañamiento de las explicaciones. Es que la construcción de un nuevo mundo, más justo e inclusivo y menos dañino del medio ambiente, requiere también de una nueva estética para ser retratado, que Andrew Morgan, el director, parece no encontrar del todo.»

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    1. Estoy de acuerdo con usted: Morgan le da más importancia al discurso que a las imágenes. Aunque tiene algunos momentos interesantes, como el comienzo, donde alterna imágenes de las fabricas textiles con otras en las que las modelos se alistan, buscando que notemos ese contraste. Sin embargo, sí, en general ellas son ilustraciones.

      Muchas gracias por el link a su entrada.

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  3. Muy buena crítica: clara y estimulante. Creo que lo mejor a lo que puede aspirar alguien que escribe sobre cine como Usted, es estimular en el lector el deseo de ver el filme. Yo me veo motivado por su nota, así que la bajaré de la web ni bien vuelva a mi casa esta noche. ¡Felicitaciones por la nota!

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